Yzabel
Prologo de una no-novela en algún lugar de la Internet ¿qué es el amor?, ¿de qué se trata?
Se dice que cuando lees alguna novela de Jane Austen te dan ganas de enamorarte, es como si se elevara a la “n” potencia el deseo natural de ser feliz, pero en ese caso qué tan real resulta ese sentimiento, de donde nace, cómo se siente sentir; siempre he creído que la realidad mata la ficción, y por supuesto que es así, sobre todo si el escritor es inmaduro, el problema es el proceso de metamorfosis, cuando combinamos la experiencia personal yel deseo de estilo formal, claramente se nos ven las influencias de escritores a los que admiramos, pero sus obras nos han gustado por “algo”, tal vez una convergencia entre la ficción y nuestro mundo “real-actual”… en fin, esta seudo-serie, se alimenta (claramente) de una de mis novelas favoritas: Orgullo y prejuicio de Jane Austen, un poco de Eugene Onegin de Alexander Pushkin, algunas cosillas de Ana Karenina de León Tolstói; aunque no voy a negar que también le debo mucho a Rubí de la gran escritora mexicana Yolanda Vargas Dulché, y hablando de telenovelas: Café con aroma de mujer, y Amor real, pero claro que en menor medida; lo digo desde ahora porque sino luego dicen “plagio” y de mas, pero nunca les ha pasado que viven algo que después leen, ven en una película o en la tele, y tal parece que la idea la sacaron de ustedes, es casi idéntico, recuerden los personajes son estereotipos, por eso a veces parecen tan repetitivos y mas cuando hablamos de historias de amor, los escritores estamos obligados (por no decir condenados) a seguir algunos parámetros colectivos, insípidos e insoportables.
Capitulo I
Iquimita, Puebla. 1892
Hacia un día muy soleado en la hacienda La Ticaje, los recolectores ya casi tenían listas 3 toneladas de café para un nuevo comprador que llegaba al pueblo, el sr. Solís de Rivera, y aunque ellos no lo sabían la llegada de tan distinguido caballero les cambiaria la vida. El hombre en cuestión era un joven y apuesto comerciante de café, que hacia poco había conocido a Don Ignacio, el amo y señor de La Ticaje y para muchos también del pueblo Iquimita, al que le había comprado toda su producción, por una cuantiosa fortuna, esto había sorprendido mucho a la esposa de don Ignacio y por eso toda una semana había planeado una fiesta de bienvenida para lo que ella consideraba un perfecto partido para alguna de sus dos hijas.
—¿Cómo crees que sea el Sr Solís de Rivera?, me han llegado rumores de que es muy apuesto —decía Adelina, a su hermana menor Yzabel
—Pues si viene de Europa seguro es… insoportable, igual que todos esos generales que usan tasas importadas y se niegan rotundamente a comer tortillas.
Adelina ya no dio respuesta a su hermana, sabía que si continuaba indudablemente Yzabel, hablaría de sus inclinaciones políticas y que si eran descubiertas por su padre, la regañaría severamente; pero nada de eso le importaba estaba segura que era su día de suerte, alguno de los invitados se fijaría en ella, le propondría matrimonio y se iría a vivir a Puebla en una hermosa casa con estilo francés, donde tomaría café, en tasitas importadas.
Yzabel, no soportaba las fiestas y mucho menos la idea de estar recibiendo a gente extraña horas antes de esta; en el momento preciso, se escabullo por la parte de atrás de la casa, y se fue a refugiar a su escondite “secreto”, la cascada de los niños, la gente de La Ticaje le llama así, porque en las noches se escuchan risas de niños duende jugando, por eso nadie se acerca ahí, ni siquiera de día. Agradable sorpresa se llevo Yzabel al encontrarse ahí a su gran amigo Adolfo, el hijo del capataz, se había ido a estudiar leyes a la capital, patrocinado por don Ignacio:
—Hace falta que tu escuincle estudie Isidoro, —le dijo un día don Ignacio a su capataz.
—Pus’ si patrón, pero uste’ sabe que no se tiene el dinero pa’que se valla a la escuela.
—De’so no te preocupes Isidoro, yo ya he pensado como arreglarlo, aquí en la hacienda necesitamos un licenciado, se que tu eres de confianza y que tu chamaco ha aprendido bien de ti a trabajar, yo estoy dispuesto a pagarle la escuela…
Y así fue como don Ignacio había hecho una obra buena, a partir de las intrigas de su esposa; resulta que Doña Sabina, sospechaba que el joven Adolfo esta interesado en su hija Yzabel, y no se equivocaba en eso, el problema es que en lugar de desalentarlo, Adolfo se había animado más, tenia un muy buen promedio y se había hecho de las mejores relaciones en Puebla, incluso había hecho planes para cuando se graduara, trabajaría en el tribunal del estado e iría a pedir la mano de la chica, menudo problema en el que se metería Don Ignacio, con su esposa, si lo aceptaba como yerno.
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Doña Sabina, había preparado todas las habitaciones de la hacienda para recibir a los invitados que llegaban de Puebla y que seguramente no querrían quedarse en Cuetzalan o Zacapoaxtla, también había mandado a acondicionar las habitaciones de la casa del centro de Iquimita, donde por el momento el único invitado confirmado era el sr. Solís de Rivera; la fiesta estaba muy animada y bastante avanzada cuando llego el sr Solís de Rivera, estaba vestido con una levita larga, negra, de muy buen gusto, posiblemente era la primera vez que la usaba, porque se veía bastante nuevo, tu sombrero alto, negro y formal gritaba ser de origen extranjero, al igual que su bastón; superó por mucho las expectativas de las mujeres presentes en la fiesta, incluso Yzabel se vio obligada a aceptar que el hombre era muy guapo, ante la insistencia de su hermana Adelina.
El baile empezó, y Adelina, había conseguido que un importante burócrata de Puebla la invitara a bailar en más de una ocasión, Yzabel había estado platicando largamente con Adolfo, hasta que su madre la obligo a ayudarle a repartir licor de café, con el único fin de separarlos.
En varias ocasiones, Adelina intento presentar a su hermana con el sr Solís pero ella se escabullía y regresaba a la cocina o alguno otro lugar lejos de aquel hombre.
—¿Ya viste al sr…?, es realmente apuesto, además me conto la señora Gutiérrez, que tiene una gran fortuna, es soltero y ha venido con planes de quedarse mucho tiempo en México…
—Pues que bien por él —contestaba Yzabel a todas las cosas maravillosas que decía su hermana sobre el sr. Solís.
—¿Sólo vas a decir eso?, el tipo es de los “tuyos”, se nota su buen gusto, seguramente va a la Opera, al teatro, come en lugares de clase…
—No me agrada… toda la noche he escuchado como se expresa de Iquimita, no para de comparar la belleza de “sus” lugares europeos con Puebla, tiene un tono insolente y de no ser porque su lenguaje es refinado, me atrevería a decir que es un hombre vulgar, que no sabe ni de arte ni de cultura.
—Señoritas —era Adolfo acompañado del Sr. Solís , —tengo el honor de presentarles a un amigo, el Sr. Guillermo Pacheco, un importante político y empresario de Puebla, y a su buen amigo el Sr. Solís.
Se hicieron las presentaciones pertinentes, y se incluyo a las dos muchachas en la platica, claro que su papel en asuntos de comercio y política, era el de elogiar o “decepcionarse” por lo que los hombres decían acerca de sus múltiples negocios, lo malo es que ese rol, no era muy bien aceptado por Yzabel, quien continuamente leia los periódicos de su padre y él mismo la mantenía informada de los movimientos económicos del país.
—… yo solo jamás hubiera pensado en invertir en México, en toda Europa se dice que es un mercado difícil, hice el trato con Don Ignacio, porque mi tío y Don Guillermo (aquí presente), asi me lo recomendaron, de no ser por ellos no estaría aquí esta noche.
—Usted es muy joven para saber de negocios, Roberto, no encontrara producción mejor que la mexicana, en todos los sentidos —dijo fríamente, el sr. Guillermo, todos rieron por lo bajo.
¬—Dispénseme usted sr Pacheco, pero no creo que la edad tenga mucho que ver con la falta de intuición para los negocios —dijo Yzabel, haciendo que todos rieran, excepto claro, el parodiado sr Solis de Rivera, quien la vio con cierto aire de curiosidad.
—Me sorprende la gran facilidad que tiene para dirigirse a los hombres de negocios, srita. Cuspirena —asevero Roberto Solís, con una sonrisita de coqueto conquistador de damiselas, ella trato de no caer ante el inminente encanto que le producía aquel hombre y justo cuando ya no podía soportarle mas la mirada…
—Yo aplaudo su audacia, srita —interrumpió el sr. Guillermo —Por qué no le ofrece algo al sr Solís, con lo que se pueda quitar el sabor amargo, de un inteligente comentario.
Yzabel pidió que le llevaran Licor de Maracuya, —el más viejo que encuentres— le ordeno a la sirvienta, la chica estaba segura que todos los invitados ya lo habían probado antes, menos el sr Solís.
—Perdone usted Sr. Solís, por la modestia de nuestras copas de mano factura mexicana —le dijo burlonamente Yzabel, mientras chocaban sus copas, Roberto no pudo ocultar su desagrado ante tal licor en extremo amargo y fuerte, pero al ver que Yzabel y los demás, lo bebían sin producir ninguna queja, no le quedo más que elogiar la insipiente bebida.
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Así fue el primer encuentro entre Yzabel, el amor, el desprecio y la perdición de su alma.