Capitulo IIEse no era un día tan soleado como los otros, más bien había una densa neblina sobre las montañas mas latas, las piedras estaban húmedas y le veía poca gente en la acostumbrada plaza de los viernes.
—(…) Nunca en mi vida había visto, montañas tan azules, y barrancas tan imponentes y hermosas como las de Iquimita, debo admitir que México tiene un encanto peculiar y único.
El Sr. Solís de Rivera lucia un traje de lino gris, aparentemente muy cómodo, su cabello negro azabache lucia a su máximo esplendor puesto que no tenia sombrero, algo que se consideraría totalmente rebelde de no ser porque sus 20 años se lo permitían; unos lentes oscuros (seguramente importados desde Inglaterra), no dejaban ver sus ojos cafés, todo en él, su forma de expresarse, y su porte, indicaban que era un caballero; sin embargo Yzabel, no sabia qué pensar de Roberto, un par de semanas antes lo había conocido y le pareció un tipo insoportable, claro que a veces la primera impresión engaña, y ahora ella empezaba a ver mas allá de sus ropas europeas.
La pequeña admiración que Yzabel albergaba hacia Roberto, se debía a que él mismo había ido a disculparse por la conversación un tanto abrupta que se había dado en su fiesta de bienvenida. Desde ese momento había entablado una animada amistad con las hermanas Cuspirena.
____________________________________________
Esa mañana se habían encontrado con el Sr. Solís en la plaza, acompañando a la criada, las hermanas se sorprendieron pero los cuchicheos se vieron de mas cuando Roberto les explico, que él era un hombre muy sensible y por tanto debía tener una dieta rigurosamente cuidada y puesto que en México los alimentos son muy distintos que en España, él mismo debía supervisar las compras.
—Usted eta lleno de sorpresas, no es así Sr. Solís, cuando se había visto a un hombre de sociedad haciendo las compras —dijo en un tono burlón Yzabel.
Adelina no tardo en cambiar de tema, temiendo que el Sr. Solís, se sintiera ofendido ante la imprudencia de su hermana, lo que ella no notó es que entre su hermana y Roberto Solís, se empezaba a formar un estrecho lazo de lucha del lenguaje, muy poco común en la gente de bien.
—Ya le he dicho a vuestro padre, pero me gustaría hacerles la invitación personalmente, el próximo sábado he invitado a algunas amistades de la capital, será una velada muy interesante.
Mi apoderado en la capital me ha informado que varios compradores se interesaron por el café de La Ticaje, y me gustaría hacer la presentación de una nueva etiqueta —dijo Solís de Rivera, en un tono un tanto de superioridad.
—Sera un enorme placer acompañarlo —dijo rápidamente Adelina, tratando de ocultar su emoción ante la posibilidad de conocer caballeros de la capital; entendió que había una fiesta, pero la mención del asunto comercial, hasta fue un insulto a su estupidez femenina.
—¿Así que el café de La Ticaje es gourmet? —dijo Yzabel a Roberto, fijándole la mirada.
—Yo nunca dije tal cosa srita. Cuspirena.
—No con esas palabras Sr. Solís, pero no existe otra razón para introducir un nuevo producto con tanta pompa, y menos la de hacer una fiesta para promocionar una nueva etiqueta, usted quiere que la imagen novedosa, entre al mercado con mucha fuerza, si el café no es gourmet, ¿Por qué lo hace? —Yzabel paro unos segundos, esperando que Roberto respondiera, pero no lo hizo, así que ella continuo —claramente usted esta sumamente interesado en nuestro café, tal vez y abusando un poco de mi intuición, quiere “aprender” el secreto de los tostadores, y por eso se va a quedar hasta finales de noviembre en Iquimita.
Las miradas entre Yzabel y Roberto se detuvieron una sobre la otra y un silencio sepulcral invadió la sala de estar de la casa de Don Ignacio Cuspirena, ahora rentada por Solís de Rivera.
Adelina totalmente asustada por la reacción que pudiera tener el sr. Solís, ante tanta palabrería que emanaba de su hermana y que ella era incapaz de comprender interrumpió la tención haciendo ruido con su taza, trato de decir algo pero el caos la invadió y se quedo callada, totalmente humillada.
—Es usted un verdadero prodigio Srita. Cuspirena, aunque no sé si ha deducido con excelente intuición mis últimos movimientos financieros o tal vez se ha interesado por el nuevo inversionista de su padre y le ha preguntado por mi.
—“Arrogante… insoportable” —pensó Yzabel, cómo podía ser que un simple comentario podría destruir toda la buena impresión que el mismo Roberto Solís, había logrado en esas casi tres semanas.
—Un poco de los dos Sr. Solís, mi hermana nunca ha sabido comportarse.
Después de eso, la plática se torno un poco mas vana, las hermanas se quedaron a comer, y después regresaron a La Ticaje. Adelina sin esperar más, le comento a su madre el mal comportamiento de su hermana y por su puesto que las visitas al sr. Solís fueron prohibidas.
__________________________________________________
El día de la presentación de la nueva etiqueta, estuvo lleno de sorpresas. El primero en llegar fue el importante burócrata que había bailado tanto con Adelina en la fiesta de bienvenida del sr. Solís, resulta que se había estado comunicando con Don Ignacio y consiguió (obviamente por su gran fortuna) el permiso para cortejar a la hija mayor de los Cuspirena: Adelina.
—¡No puedo creerlo Adelina! —Decía a cada minuto doña Sabina —la virgen nos ha iluminado con la mejor de las bendiciones, si llega a pedirte en matrimonio será muy ventajoso para ti, seguramente te iras a vivir a Puebla…
Don Ignacio había mantenido en secreto la petición del sr Rogelio Castillo, porque sabía que su esposa se pondría eufórica y tan insoportable como una cabra loca.
Rogelio pidió licencia para salir a pasear con Adelina a los cafetales de La Tiacaje.
—Srita. Cuspirena, sé que esto podrá sonar muy precipitado, pero desde que la conocí no he podido dejar de pensar en usted… quisiera saber si usted, me permite… venir a visitarla mas a menudo, ya he hablado con su padre, como usted tal vez ya sepa, y él no se opone.
—Si mi padre ya le ha dado su consentimiento, yo me sentiré muy alagada con su presencia.
A la señora Cuspirena le hubiera gustado anunciar el compromiso de su hija con Rogelio Castillo, pero su posición como ricos rulares, no le permitia darse ese lujo, asi que tuvo que soportar guardar un secreto en una velada tan importante.
Otra de las sorpresas, fue el repentino arribo del Sr. Guillermo Pacheco, a la humilde casa de su joven pupilo Adolfo Ramírez.
—Buenos días licenciado, sea bienvenido a esta su humilde casa, permítame que le ofrezca un café —dijo nerviosamente Adolfo.
Era la primera vez que su maestro lo visitaba, al parecer iba en plan de amistad mas que de trabajo, platico un poco, del clima tan agradable del pueblo de Iquimita, y luego paso a cosas un poco mas serias.
—Como ya te dije, pensé en llegar directamente a la casa de mi buen amigo Roberto, pero quisiera platicar un par de cosas con tu padre, ¿se encontrara dispuesto?.
El señor Isidoro Ramirez, era un viejo viudo, su pelo era completamente blanco, pero aun caminaba con bastante fuerza, no pasaba de los 60años, su piel era morena, puesto que toda su vida había trabajado como jornalero en la hacienda La Ticaje, y hasta hace poco, había conseguido el puesto de administrador.
—Lo que vengo a tratar con usted, es precisamente… sobre su trabajo en La Ticaje —dijo el sr. Pacheco con un tono por demás serio.
Don Isidoro, no entendió por qué un importante empresario de Puebla estaba tan interesado en saber si la fortuna de un terrateniente era tan sólida como se rumoraba, la verdad salió a flote muy pronto.
—¿Sabe usted, si la srita. Adelina ha tenido alguna propuesta de matrimonio?
—Dispénseme uste’, pero no creo que pueda yo contestar algo como eso… uste’ no debiera pregúntame esas cosas, tal vez el joven Solís pueda darle una respuesta —contesto muy nerviosamente el sr. Ramírez.
—Veo que es usted un trabajador muy prudente y leal, eso no solo habla muy bien de usted, sino también de su patrón, no se apure Don Isidoro, todo lo que quería saber, ya me lo ha dicho —tranquilamente Don Guillermo, termino su café —¿puedo confiar en usted don Isidoro?
—Pus’ si señor, pa’ lo que uste’ quiera, ya sabe.
—Seguramente Adolfo ya le ha dicho que soy un hombre rico, al que le cuesta confiar en los demás, pero en usted he encontrado un hombre honrado, trabajador, honesto y sobre todo un gran amigo, por eso me atrevo a contarle esto, desde que conocí a la srita. Cuspirena, vi que es una mujer inteligente, su belleza es poco común y muy audaz, asi que he decidido que esa mujer tiene que ser mia, aunque evidentemente una matrimonio con un hombre de mi clase, le beneficiaria mucho a su familia, pero a mi me puede traer ciertos problemas económicos—Guillermo hizo una pausa, no quería sonar superficial, pero no encontró otras palabras —quiero saber que tan “útil” me puede ser mi futuro suegro, porque es obvio que el dote de su hija va a ser modesto o tal vez incluso mediocre.
Las palabras del Sr. Pacheco, sonaron en efecto superficiales, asi que Don Isidoro consintió decir algunos rumores que había escuchado con el don Ignacio.
—Lo entiendo Don Guillermo, pero creo que la niña Adelina ya esta comprometida…
—Me ha dado la mejor de las noticias —dijo don Guillermo interrumpiendo, lleno de emoción —si la hermana mayor se casa, tendré el camino libre para desposar a la srita Yzabel.
Isidoro vio todos sus sueños de riqueza destruidos, sabia que su hijo estaba perdidamente enamorado de Yzabel, y que ella al menos hasta ese momento le había correspondido con una solida amistad, pero eso lo valdría nada, Alfonso no tenia ninguna oportunidad ante la presencia de tan distinguido caballero, el sr. Pacheco continuo con su animada platica, pero al solo obtener monosílabos como respuesta, se aburrió pronto y se marchó.
____________________________________________
Yzabel y Roberto se sentían atraídos el uno por el otro, pero su orgullo y su independencia revolucionaria hacían que ni ellos mismos entendieran qué sentían.
Don Guillermo Pacheco, había conseguido todo lo que se había propuesto en la vida, e Yzabel no seria la excepción.