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Recuerdo a mi maestro de foto Alan que siempre nos decía "Hoy vamos a hacer cosas locas" y siempre era muy exigente con las modelos, no soportaba un granito o cualquier imperfección pero al mismo tiempo nunca discrimino por tono de piel (como algunos creían que iba a hacer), porque lo que decía es que como fotógrafos necesitábamos entender a la modelo y su anatomía, así como la moda debía proponer basándose en el cuerpo humano nosotros teníamos que hacer lo propio: conocer al otro.
La selfie: esa es una buena forma de conocer al modelo y a nosotros mismos, de forma intuitiva aprendemos qué luz nos favorece, qué peinado se ve bien para nuestro rostro y sobre todo tomamos confianza en lo que somos y tenemos, más allá de la belleza embotellada que nos pueda dar el maquillaje o los trucos de fotografía siento que mi maestro nos dio una gran lección al enfrentarnos a diferentes escenarios con modelos variadas, cabello, piel, complexión, porque a diferencia de mis compañeros que montan una iluminación para un grupo variado de personas, yo trato de encontrar la unidad en aquello que nos hace diferentes y aprovechar eso para formar un grupo fuerte.
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